¿Cómo orar?

El Señor nos llama a orar…Pero, ¿cómo hacer? ¿Por dónde empezar?

La vida de oración es un camino de amistad con el Señor, íntimo y personal…que no responde a un itinerario indicado: es más bien un impulso del corazón hacia Dios. He aquí, sin embargo, algunos consejos para entrar en ella.

“Mirad que convida el Señor a todos…no hay que dudar. Si no fuera general este convite, no nos llamara el Señor a todos…no diría: Yo os daré de beber…. Pero, repito, no pone restricciones – sí nos llama a todos”.

Santa Teresa de Ávila. Camino de perfección, 19, 15

1. ANTES de EMPEZAR: un LUGAR, un MOMENTO, un TIEMPO

Hay un pequeño ritual que cada uno tiene hacer para seguirlo como una regla, esto ayuda mucho. Si no, lo olvido, lo pospongo hasta la noche…y a la noche ya no tengo ánimo, o…ya no tengo tiempo.

 

Un LUGAR

Tener un “rincón de oración”. Si se dispone de poco espacio, basta con un objeto de devoción. La televisión ejerce una enorme atracción en el espacio vital de la casa o de la habitación. Pues, de manera simbólica, hay que marcar también el lugar que queremos que ocupe Dios.

Se puede orar en la habitación…o en el salón…si me encuentro a gusto para orar….o también en una iglesia que esté abierta, cerca de mi trabajo. Lo importante es encontrar un lugar silencioso al que me pueda “retirar”.

Un MOMENTO

¿En qué momento del día me será posible? Y segunda pregunta…¿qué momento sería el más propicio? Si me duermo cada vez que me pongo a rezar, igual habría que cambiar el momento. Digamos que, la mayoría de aquellos que perseveran en la oración, la hacen por la mañana: ya sea antes de que se levanten los niños, o el cónyuge en su caso, ya sea cuando salgan de casa, atrasando heroicamente todas las tareas que haya que hacer y apagando todos los sonidos antes de ir al trabajo.

         Un TIEMPO

Fijarme un tiempo y…mantenerlo: ¿2 mn, 10 mn, 30 mn? La elección se hará en función de lo que sea bueno y factible. ¡Lo importante es mantenerlo! Empezad por un poquito e id aumentando, pero nunca disminuyáis…Perseverad sobre todo en hacerlo todos los días.

2. RECOGIMIENTO

Se trata de que todo nuestro ser recoja y se oriente hacia Dios.

Para algunos, será con un canto de alabanza, un cántico al Espíritu Santo….para otros, una señal de la cruz…para otros una mirada a un icono….para otros, un paseo por la naturaleza….una oración o una breve invocación: “Señor, vengo aquí por Ti”, “Heme aquí, ante Ti”…

Entrar en el silencio y en la comunión con Dios es algo muy personal y evoluciona con el tiempo.

“Lo que cuenta”, dice Teresa de Jesús, “es encender el amor”. La pregunta entonces será: ¿Cómo voy a entrar en contacto con Dios, empezar a hablarle, abrir mi corazón? ¿Cómo podré encender el amor en la relación que yo tengo con Dios?

3. PENSAR ANTE QUIÉN NOS ENCONTRAMOS Y QUÉ LE DEBEMOS

Santa Teresa de Jesús llama a esto la “consideración”: estoy delante de Dios, del Creador, del que me ha dado la vida.

¿Quién es para mí? ¿Quién soy yo que estoy ante Él? ¿Estoy dispuesto a un diálogo con Él? ¿Qué o quién podría interponerse?

4. ACOGER la PALABRA de DIOS

Para alimentar nuestra oración y centrarnos en ella, es igualmente importante abrir el Evangelio, leer un pasaje de esta palabra de Dios y entrar en un diálogo de corazón a corazón: es ahí donde se encuentra el contenido del mensaje de Cristo y por lo que somos creyentes. Ese mensaje tiene que ponernos en contacto con Dios, de una manera específica, para aprender a amarle, a escucharle.

¿Cómo meditar un evangelio?         Leer…meditar…acoger…permanecer…

Leer: Leer atentamente el evangelio, por lo menos estando atentos a su significado. Uno tiene que comprobar, a menudo, si está realmente leyendo el texto, escuchándolo. Solemos creer que, por escuchar los evangelios misa tras misa, nos los sabemos de memoria. Y, al mismo tiempo, para aquel que se pone todos los días a la escucha del evangelio, hay siempre algo que nutre la relación. No tiene por qué ser algo nuevo… ¡Pero hay una cosa importante! Y es que, cada evangelio es una ocasión de llevar mi corazón hacia Dios, de ponerme en su presencia y de hacer un acto de fe.

Meditar: Después de haber leído el texto, me pregunto qué me dice ese pasaje sobre Jesús, sobre Dios, sobre su amor… ¿Se me ilumina algún rostro en ese pasaje? ¿Cristo nos invita a salir de nuestra tibieza o quizás nos indica una actitud ante el pobre? ¿Qué enseñanza puedo sacar?

Acoger: Después, quizás algo me llama más la atención: ¿un gesto, una palabra, un hecho…? Intento fijarme… ¿Qué personaje, qué mirada o actitud capta más mi atención?

Y al final permanecer: Puedo guardarme esa palabra, ese gesto, esa actitud quedándome en silencio y prolongando un tiempo para profundizar, contemplando a Jesús…y abriendo el corazón me puede brotar espontáneamente una oración…

5. ENCONTRAR UNA COMPAÑÍA: JESUCRISTO

Cristo es el centro de nuestra oración.

La oración es entrar en el movimiento de Dios que es Amor. Dejar que el Espíritu Santo nos descubra la presencia de Jesús y que con Él nos lleve a aspirar hacia el Padre, reconociéndonos sus hijos. Lanzarnos en los brazos de Dios como un niño pequeño en brazos de su padre: ¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré. (Is 49,15)

Aprenderemos a orar al lado de Jesús, como sus discípulos. Para Teresa de Jesús, la puerta de la oración es Cristo. Cuando estamos solos buscamos la compañía de Jesús, le miramos, le hablamos, le escuchamos…Nos dejamos llevar de su Espíritu para que nos conduzca al Padre…

6. GUSTAR LA PRESENCIA DE DIOS

Quedarnos en la presencia de Dios, sentir que estamos con Él. Expresarle nuestros sentimientos, nuestro agradecimiento, también nuestras dudas y nuestros problemas y pedirle ayuda…Pero sobre todo quedarnos en el silencio de su presencia…Entonces pasó el Señor y hubo un huracán tan violento que hendía las montañas y quebraba las rocas ante el Señor, aunque en el huracán no estaba el Señor. Después del huracán, un terremoto, pero en el terremoto no estaba el Señor. Después del terremoto fuego, pero en el fuego tampoco estaba el Señor. Después del fuego el susurro de una brisa suave… (1Re19, 11-12)

7. ACABAR LA ORACIÓN

Podemos acabar nuestra oración con una petición, una acción de gracias y alguna resolución y finalmente volvemos a hacer la señal de la cruz.

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En la gran familia del Carmelo, el Instituto “Nuestra Señora de la Vida” es un Instituto Secular.

El 21 de noviembre de 1973, la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y para las Sociedades de Vida Apostólica, reconoce a NUESTRA SEÑORA de la VIDA como un único Instituto constituido por sacerdotes y por hombres y mujeres consagrados.

Orar en Semana Santa

ORAR EN SEMANA SANTA DOMINGO DE RAMOS ¡BENDITO EL QUE VIENE! ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!...

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