María no dirige autónomamente su vida: espera que Dios tome las riendas de su camino y la guíe donde él quiere. Es dócil, y con su disponibilidad predispone los grandes eventos que involucran a Dios en el mundo… No hay mejor forma de rezar que ponerse como María en una actitud de apertura, de corazón abierto a Dios: “Señor, lo que tú quieras, cuando tú quieras y como tú quieras”. Es decir, el corazón abierto a la voluntad de Dios…
María acompaña en oración toda la vida de Jesús, hasta la muerte y la resurrección; y al final continúa, y acompaña los primeros pasos de la Iglesia naciente (cfr. Hch 1,14). María reza con los discípulos que han atravesado el escándalo de la cruz. Reza con Pedro, que ha cedido al miedo y ha llorado por el arrepentimiento. María está ahí, con los discípulos, en medio de los hombres y las mujeres que su Hijo ha llamado a formar su comunidad…
Rezando con la Iglesia naciente se convierte en Madre de la Iglesia, acompaña a los discípulos en los primeros pasos de la Iglesia en la oración, esperando al Espíritu Santo. En silencio, siempre en silencio. La oración de María es silenciosa. El Evangelio nos cuenta solamente una oración de María: en Caná, cuando pide a su Hijo, para esa pobre gente, que va a quedar mal en la fiesta.
María está presente porque es Madre, pero también está presente porque es la primera discípula, la que ha aprendido mejor las cosas de Jesús.
María nunca dice: “Venid, yo resolveré las cosas”. Sino que dice: “Haced lo que él os diga”, siempre señalando con el dedo a Jesús… Algunos han comparado el corazón de María con una perla de esplendor incomparable, formada y suavizada por la paciente acogida de la voluntad de Dios a través de los misterios de Jesús meditados en la oración. ¡Qué bonito si nosotros también podemos parecernos un poco a nuestra Madre! Con el corazón abierto a la Palabra de Dios, con el corazón silencioso, con el corazón obediente, con el corazón que sabe recibir la Palabra de Dios y la deja crecer con una semilla del bien de la Iglesia (Papa Francisco, Audiencia general, 18-XI-2020).
CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO
En las catequesis, que el papa Francisco ha impartido entre el 6 de mayo de 2020 y el 26 de junio de 2021, recuerda que “la oración es un diálogo íntimo con el Creador, un diálogo que parte del corazón humano para alcanzar el “Corazón” de Dios y su misericordia capaz de transformar nuestra vida”. Dejémonos llevar por sus enseñanzas.
La oración debería ser para el cristiano “el respiro de la vida” espiritual, capaz de no interrumpirse nunca “ni siquiera cuando dormimos” (Audiencia general, 9 de junio de 2021). “La oración es el respiro de la fe. Como un grito silencioso que sale del corazón de quien cree y se confía a Dios”.
“En la oración descubrimos cuánto somos amados por Dios, y este descubrimiento nos da la esperanza y la fuerza para vivir la jornada, de tal modo que los problemas por afrontar no sean obstáculos para nuestra felicidad, sino llamadas de Dios, ocasiones para nuestro encuentro con él” (Cf. Ángelus, 9 de enero de 2022).
El papa nos exhorta a hacer de nuestra oración como la llave capaz de abrir el corazón de Dios, un corazón que “no está blindado”. “Tú puedes abrirlo con una llave común, con la oración. Porque [Dios] tiene un corazón de amor, un corazón de Padre. ¡[La oración] es la más grande fuerza de la Iglesia!” (Discurso para el Jubileo de los grupos de oración del Padre Pío, 6 de febrero de 2016).
Transformar este año 2024 en “una grande “sinfonía” de oración, […] para recuperar el deseo de estar en la presencia del Señor, escucharlo y adorarlo”, haciendo así de la oración el “camino maestro hacia la santidad, que conduce a vivir la contemplación incluso en medio de la acción” (Carta a S.E. Mons. Rino Fisichella para el Jubileo 2025, 11 de febrero de 2022).
“La oración es la primera fuerza de la esperanza. Tú rezas y la esperanza crece, avanza. Yo diría que la oración abre la puerta a la esperanza. La esperanza está ahí, pero con mi oración le abro la puerta” (Audiencia general, 20 de mayo de 2020).
“La oración de Jesús es el lugar donde se percibe que todo viene de Dios y él vuelve. A veces nosotros, los seres humanos, nos creemos dueños de todo, o al contrario perdemos toda estima por nosotros mismos, vamos de un lado para otro.
La oración nos ayuda a encontrar la dimensión adecuada, en la relación con Dios, nuestro Padre, y con toda la creación” (Audiencia general, 4 de noviembre de 2020).
“A través de la oración sucede como una nueva encarnación del Verbo. Y somos nosotros los “tabernáculos” donde las palabras de Dios quieren ser acogidas y custodiadas, para poder visitar el mundo. […] A través de la oración, la Palabra de Dios viene a vivir en nosotros y nosotros vivimos en ella. La Palabra inspira buenos propósitos y sostiene la acción; nos da fuerza, nos da serenidad, y también cuando nos pone en crisis nos da paz” (Audiencia general, 27 de enero de 2021). “Todo en la Iglesia nace en la oración, y todo crece gracias a la oración. Cuando el enemigo, el Maligno, quiere combatir la Iglesia, lo hace primero tratando de secar sus fuentes, impidiéndole rezar. […] La oración es la que abre la puerta al Espíritu Santo, que es quien inspira para ir adelante. Los cambios en la Iglesia sin oración no son cambios de Iglesia, son cambios de grupo” (Audiencia general, 14 de abril de 2021).
“Jesús no sólo quiere que recemos como él reza, sino que nos asegura que, aunque nuestras tentativas de oración sean completamente vanas e ineficaces, siempre podemos contar con su oración. Debemos ser conscientes: Jesús reza por mí” (Audiencia general, 2 de junio de 2021).