Es para todos un momento de encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, puerta de salvación.
La Iglesia tiene la misión de anunciar siempre, en todas partes y a todos que Cristo Jesús es «nuestra esperanza».
Encontramos con frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad. Que el Jubileo sea para todos ocasión de reavivar la esperanza.
La Palabra de Dios nos ayuda a encontrar sus razones.
Una Palabra de esperanza.
“La esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado” (Rm 5,5)
La esperanza nace del amor y se funda en el amor que brota del Corazón de Jesús traspasado en la cruz.
La vida divina se manifiesta en nuestra vida de fe, que empieza con el Bautismo; se desarrolla en la docilidad a la gracia de Dios y, está animada por la esperanza, que se renueva siempre y se hace inquebrantable por la acción del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo, con su presencia perenne en el camino de la Iglesia, irradia en los creyentes la luz de la esperanza.
El Espíritu Santo mantiene la esperanza, encendida como una llama que nunca se apaga, para dar apoyo y vigor a nuestra vida.
La esperanza cristiana no engaña ni defrauda, porque está fundada en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos nunca del amor divino.
«¿Quién podrá separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada? […] Pero en todo esto obtenemos una amplia victoria, gracias a aquel que nos amó.
Tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor» ( Rm 8,35.37-39).
La vida está hecha de alegrías y dolores, el amor se pone a prueba cuando aumentan las dificultades y la esperanza parece derrumbarse frente al sufrimiento.